Friday, September 25, 2009

Benedicto XVI es el Papa de toda la historia de la Iglesia con la más brillante y numerosa bibliografía personal. Su riqueza conceptual es fascinante.


Estas son las palabras con las que Joaquín Navarro-Valls caracteriza el Pontificado del Papa Benedicto XVI en la sigiente entrevista dada por "El Mundo".




Irene Hdez. Velasco (Enviada especial) Cernobbio
Actualizado lunes 21/09/2009 09:46 horas
Sin duda el representante del Vaticano más famoso durante el Pontificado de Juan Pablo II, a excepción del propio Papa, ha sido este español de 72 años que estudió Medicina y acabó ejerciendo de periodista.
Al fin y al cabo, desde 1984 hasta 2006, Joaquín Navarro-Valls fue director de la oficina de prensa de la Santa Sede, convirtiéndose en el primer laico y el primer no italiano en ocupar ese puesto. Durante 15 meses, y hasta su dimisión en julio de 2006, también trabajó a las órdenes de Benedicto XVI.
Pregunta.- Durante los 22 años que fue portavoz de Juan Pablo II, ¿escribió un diario?
Respuesta.- Un diario propiamente dicho no, pero tomé notas. En mi ordenador debo de tener unas 600 páginas de apuntes.
P.- ¿Y no se plantea publicarlas?
R.- Hace un año y medio un agente estadounidense me ofreció un millón y medio de dólares por escribir ese libro. El problema en parte es que he aceptado en estos años una serie de compromisos profesionales que me absorben. Tendría que dejar todo eso y pasarme un año y medio encerrado en mi habitación para escribir ese libro. Para mí sería un imperativo moral hacerlo, porque Juan Pablo II era muy querido pero no del todo conocido.
P.- ¿Qué cree que se desconoce de Juan Pablo II?
R.- Pienso que no se conoce suficientemente a la persona, su carácter. Por ejemplo, tenía un grandísimo sentido del humor. Incluso cuando había que tratar problemas dramáticos no perdía su visión positiva.
P.- Usted ha estado casi dos años con Benedicto XVI, hasta 2006. El suyo es un Pontificado polémico...
R.- Benedicto XVI es el Papa de toda la historia de la Iglesia con la más brillante y numerosa bibliografía personal. Su riqueza conceptual es fascinante. Y pienso que la gente también fuera del ámbito católico es consciente de ello.
P.- Se dice que es frío
R.- Yo diría lo contrario. Su forma de conmoverse más frecuente de lo que se cree no es reaccionar pasionalmente frente a las cosas.
P.- ¿Cuales son los elementos más originales de su Pontificado?
R.- Su confianza en la racionalidad de las personas, en su capacidad de buscar la verdad.
P.- ¿Qué grandes obstáculos está encontrando Ratzinger?
R.- Me parece que lo anunció él mismo pocos días antes de ser elegido Pontífice: la dictadura del relativismo.
P.- Si tuviera que señalar sólo uno, ¿cuál ha sido el mayor logro de Juan Pablo II?
R.- Lo digo con palabras suyas: «El punto central y nuestra responsabilidad es mantener el carácter trascendental de la persona humana, que se puede convertir fácilmente en objeto». Y ese logro le fue reconocido en Naciones Unidas, en los suburbios de Calcuta, en un leprosario en Guinea Bissau o en cualquier lugar a donde fue.
P.- ¿Que les diría a los que, a la luz de su oposición al preservativo, la eutanasia o los matrimonios homosexuales, consideran que la Iglesia es una institución obsoleta?
R.- Diría que la Iglesia está proponiendo, con optimismo y tenacidad, que el ser humano no es algo sino alguien; no es una cosa sino una persona. Está enseñando a humanizar la sexualidad, a dar sentido al dolor y a la alegría. Está dando horizontes humanos al ser humano.
P.- ¿Hay algún error en sus 22 años como responsable de comunicación del Vaticano del que aún se arrepienta?
R.- No me corresponde a mí valorar mi propio trabajo. Normalmente no vuelvo a aquellos años para analizar hipótesis sino para profundizar en el significado de los hechos vividos. Muchas veces, entonces, tuve la sensación de vivir la Historia mientras se estaba haciendo. Fueron unos años bellísimos, extraordinarios
P.- "Santo subito", gritaba la gente tras la muerte de Juan Pablo II. ¿Cuánto cree que falta para que sea elevado a lo altares?
R.- Desde el punto de vista estrictamente técnico, podría estar todo listo antes de que acabe el año. Los dos pasos que quedan, técnicamente hablando, son el decreto de virtudes y la declaración del milagro, del que se le atribuyen varios, uno especialmente claro. A partir de ahí, todo depende del Santo Padre.

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