Friday, September 26, 2014

Suspended Prelate Speaks: Communion is in Christian Fidelity!

Not sure how long these gems would be there, I have copied and pasted the entire statements below from the Diocese Ciudad del Este Bishop's Column. Basically this Bishop of the Prelature of Opus Dei who has been leading the diocese for a decade claims that he is the victim of an anti-Traditional reactionary purging under the reigning Pontiff.

Bishop Livieres claims that there is no just cause for his removal (the procedure of which entailed several canonical irregularities) and that his diocese was practically the only oasis of real Catholic pride in the entire country of Paraguay, and it is for that reason that he had been roundly opposed by the (Liberation Theology) status quo from the start and is now summarily removed. Good bye Reform of the Reform in Paraguay, for now!

P.S. Perhaps the Holy Father should be reminded, in his heavy hand against Tradition, of the Gamaliel principle: "Refrain from these men and let them alone. For if this council or this work be of men, it will come to nought: But if it be of God, you cannot overthrow it, lest perhaps you be found even to fight against God." (Cf. Acts 5:38-39)


Carta de Mons. Rogelio al Prefecto de la Congregación para los Obispos


Jueves, 25 de Septiembre de 2014 13:59

Cardenal Marc Ouellet
Prefecto de la Congregación para los Obispos
Palazzo della Congregazioni,
Piazza Pio XII, 10,
00193 Roma, Italia
25 de septiembre de 2014
Eminencia Reverendísima:
Le agradezco la cordialidad con que me recibió el lunes 22 y el martes 23 de este mes en el Dicasterio que preside. Igualmente, la comunicación por teléfono que me ha hecho hace unos momentos de la decisión del Papa de declarar a la Diócesis de Ciudad del Este sede vacante y de nombrar a Mons. Ricardo Valenzuela como Administrador Apostólico.
Tengo entendido que el Nuncio, prácticamente en simultáneo con el anuncio que Su Eminencia me acaba de dar, ha realizado una conferencia de prensa en el Paraguay y ya se dirige hacia la Diócesis para tomar control inmediato de la misma. El anuncio público por parte del Nuncio antes de que yo sea notificado por escrito del decreto es una irregularidad más en este anómalo proceso. La intervención fulminante de la Diócesis puede quizás deberse al temor de que la mayoría del pueblo fiel reaccione negativamente ante la decisión tomada, ya que han manifiestado abiertamente su apoyo a mi persona y gestión durante la Visita Apostólica. En este sentido recuerdo las palabras de despedida del Cardenal Santos y Abril: «espero que reciban las decisiones de Roma con la misma apertura y docilidad con que me han recibido a mí». ¿Estaba indicando que el curso de acción estaba ya decidido antes de los informes finales y el examen del Santo Padre? En cualquier caso, no hay que temer rebeldía alguna.Los fieles han sido formados en la disciplina de la Iglesia y saben obedecer a las autoridades legítimas.
Las conversaciones que hemos mantenido y, aparentemente ya que no los he visto, los documentos oficiales, dan por justificación para tan grave decisión la tensión en la comunión eclesial entre los Obispos del Paraguay y mi persona y Diócesis: «no estamos en comunión», habría declarado el Nuncio en su conferencia.
Por mi parte, creo haber demostrado que los ataques y maniobras destituyentes de la que he sido objeto se iniciaron ya desde mi nombramiento como Obispo, antes incluso de que pudiera poner un pie en la Diócesis –hay correspondencia de la época entre los Obispos del Paraguay con el Dicasterio que Su Eminencia preside como prueba fehaciente de ello. Mi caso no ha sido el único en el que una Conferencia Episcopal se ha opuesto sistemáticamente a un nombramiento hecho por el Papa contra su parecer. Yo tuve la gracia de que, en mi caso, los Papas san Juan Pablo II y Benedicto XVI me apoyaran para seguir adelante. Entiendo ahora que el Papa Francisco haya decidido retirarme ese apoyo.
Sólo quiero destacar que no recibí en ningún momento un informe escrito sobre la Visita Apostólica y, por consiguiente, tampoco he podido responder debidamente a él. A pesar de tanto discurso sobre diálogo, misericordia, apertura, descentralización y respeto por la autoridad de las Iglesias locales, tampoco he tenido oportunidad de hablar con el Papa Francisco, ni siquiera para aclararle alguna duda o preocupación. Consecuentemente, no pude recibir ninguna corrección paternal –o fraternal, como se prefiera– de su parte. Sin ánimo de quejas inútiles, tal proceder sin formalidades, de manera indefinida y súbita, no parece muy justa, ni da lugar a una legítima defensa, ni a la corrección adecuada de posibles errores. Sólo he recibido presiones orales para renunciar.
Que mis opositores y la prensa local hayan recientemente estado informando en los medios, no de lo que había pasado, sino de lo que iba a suceder, incluso en los más mínimos detalles, es sin duda otro indicador de que algunas altas autoridades en el Vaticano, el Nuncio Apostólico y algunos Obispos del país estaban maniobrando de forma orquestada y dando filtraciones irresponsables para «orientar» el curso de acción y la opinión pública.
Como hijo obediente de la Iglesia, acepto, sin embargo, esta decisión por más que la considero infundada y arbitraria y de la que el Papa tendrá que dar cuentas a Dios, ya que no a mí. Más allá de los muchos errores humanos que haya cometido, y por los cuales desde ya pido perdón a Dios y a quienes hayan sufrido por ello, afirmo una vez más ante quien quiera escucharlo que la substancia del caso ha sido una oposición y persecución ideológica.
La verdadera unidad eclesial es la que se edifica a partir de la Eucaristía y el respeto, observancia y obediencia a la fe de la Iglesia enseñada normativamente por el Magisterio, articulada en la disciplina eclesial y vivida en la liturgia. Ahora, empero, se busca imponer una unidad basada, no sobre la ley divina, sino sobre acuerdos humanos y el mantenimiento del statu quo. En el Paraguay, concretamente, sobre la deficiente formación de un único Seminario Nacional –deficiencias señaladas no por mí, sino autoritativamente por la Congregación para la Educación Católica en carta a los Obispos de 2008. En contraposición, y sin criticar lo que hacían otros Obispos, aunque hay materia de sobra, yo me aboqué a establecer un Seminario diocesano según las normas de la Iglesia. Lo hice, además, no sólo porque tengo el deber y el derecho, reconocido por las leyes generales de la Iglesia, sino con la aprobación específica de la Santa Sede, inequívocamente ratificada durante la última visita ad limina de 2008.
Nuestro Seminario diocesano ha dado excelentes frutos reconocidos por recientes cartas laudatorias de la Santa Sede en al menos tres oportunidades durante el pontificado anterior, por los Obispos que nos han visitado y, últimamente, por los Visitadores Apostólicos. Toda sugerencia hecha por la Santa Sede en relación a mejoras sobre el modo de llevar adelante el Seminario, se han cumplido fielmente.
El otro criterio de unidad eclesiástica es la convivencia acrítica entre nosotros basada en la uniformidad de acción y pensamiento, lo que excluye el disentimiento por defensa de la verdad y la legítima variedad de dones y carismas. A esta uniformidad ideológica se la impone con el eufemismo de «colegialidad».
El que sufre las últimas consecuencias de lo que describo es el pueblo fiel, ya que las Iglesias particulares se mantienen en estado de letargo, con gran éxodo a otras denominaciones, casi sin vocaciones sacerdotales o religiosas, y con pocas esperanzas de un dinamismo auténtico y un crecimiento perdurable.
El verdadero problema de la Iglesia en el Paraguay es la crisis de fe y de vida moral que una mala formación del clero ha ido perpetuando, junto con la negligencia de los Pastores. Lugo no es sino un signo de los tiempos de esta problemática reducción de la vida de la fe a las ideologías de moda y al relajamiento cómplice de la vida y disciplina del clero. Como ya he dicho, no me ha sido dado conocer el informe del Cardenal Santos y Abril sobre la Visita Apostólica. Pero si fuera su opinión que el problema de la Iglesia en el Paraguay es un problema de sacristía que se resuelve cambiando al sacristán, estaría profunda y trágimente equivocado.
La oposicion a toda renovación y cambio en la Iglesia en el Paraguay no sólo ha contado con Obispos, sino también con el apoyo de grupos políticos y asociaciones anti-católicas, además del apoyo de algunos religiosos de la Conferencia de Religiosos del Paraguay –los que conocen la crisis de la vida religiosa a nivel mundial no se sorprenderán de esto último. El vocero pagado y reiteradamente mentiroso para tales maniobras ha sido siempre un tal Javier Miranda. Todo esto se hizo con la pretensión de mostrar «divisón» dentro de la misma Iglesia diocesana. Aunque la verdad demostrada y probada es la amplia aceptación entre el laicado de la labor que veníamos haciendo.
Del mismo modo que, antes de aceptar mi nombramiento como Obispo, me creí en la obligación de expresar vivamente mi sentimiento de incapacidad ante tamaña responsabilidad, después de haber aceptado dicha carga, con todo el peso de la autoridad divina y de los derechos y deberes que me asisten, he mantenido la gravísima responsabilidad moral de obedecer a Dios antes que a los hombres. Por eso me he negado a renunciar por propia iniciativa, queriendo así dar testimonio hasta el final de la verdad y la libertad espiritual que un Pastor debe tener. Tarea que espero continuar ahora desde mi nueva situación de servicio en la Iglesia.
La Diócesis de Ciudad del Este es un caso a considerar que ha crecido y multiplicado sus frutos en todos los aspectos de la vida eclesial, para felicidad del pueblo fiel y devoto que busca las fuentes de la fe y de la vida espiritual, y no ideologías politizadas y diluídas creencias que se acomodan a las opiniones reinantes. Ese pueblo expresó abierta y públicamente su apoyo a la labor apostólica que hemos venido haciendo. El pueblo y yo hemos sido desoídos.
Suyo afectísimo en Cristo,
+ Rogelio Livieres
Ex obispo de Ciudad del Este (Paraguay)

La comunión se encuentra en la Eucaristía y no en consensos ideológicos

altCarta abierta de Mons. Livieres a la Iglesia en Paraguay. El mundo sufre una desacralización y en nuestro país esto tiene forma de Teología de la Liberación. La comunión en la Iglesia debe buscarse y hallarse en la Eucaristía, único y verdadero signo de unidad.
Nosotros, Obispos y Sacerdotes, no solo somos testigos de profundos cambios, sino actores comprometidos en esos procesos de transformación que  afectan a diferentes ambientes de nuestra Iglesia. Y, como sucedió muchas veces a través de tantas épocas y lugares, también la crisis actual de la Iglesia radica principalmente en la herida Eucarística, en la irreverencia y falta de cuidado en el trato con Jesús Eucaristía.
En el mundo se sufre una profunda desacralización. En el Paraguay esto tiene forma  de Teología de la Liberación, pero sus devastadoras ideas tuvieron origen en aceptaciones anteriores. Ideas y percepciones que lograron alterar el paradigma original de la relación del hombre con Dios, que era de filial correspondencia. Pretendida sustitución de lo sobrenatural por lo natural, de la Verdad que nos hace libres por una falsa liberación socioeconómica, como si esta pudiera hacerse efectiva sin sacudir previamente la esclavitud del pecado. Una hecatombe que desnudó los altares de Europa, desplazando a Dios y erigiendo al hombre como falso creador de un mundo cada vez más enfrentado a las cosas sagradas.
Ahora, después de años de constantes insinuaciones, la crisis (los problemas) en la Iglesia se hacen más visibles. Una crisis (problemas) que no podrán resolverse a través de un consenso generalizado sobre un cúmulo de ideas, nacidas justamente en un ámbito de creciente pérdida de respeto a lo más sagrado, a la Eucaristía. Por eso es necesario volver a uno de los conceptos fundamentales de este Sacramento,  definido por el Concilio Vaticano II como “…signo de unidad…” (SC47).
El Catecismo nos recuerda que la “comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía” (1325). La comunión se encuentra en este Sacramento y no en frágiles acuerdos sobre ideas.
La comunión en la Iglesia debe ser buscada y hallada en este excelso “signo de unidad”, en la Eucaristía. Sin embargo, hemos recorrido el camino inverso, cometiendo graves agravios, “heridas eucarísticas”.
Dejemos de maltratar a Dios en nuestra propia Iglesia. Tenemos que advertir sobre las graves consecuencias de recibir la Eucaristía en situaciones de inmoralidad o en la mano,  propiciando el robo del Santo de los Santos. Si seguimos así, haremos perder la fe católica en la presencia real de Jesús en la Eucaristía.
Muchos en la Iglesia son indiferentes en su trato hacia Jesús Eucaristía. No podemos tomar por buenos abusos que en sí son destructivos. No debemos continuar en silencio: elevemos nuestras voces y defendamos lo más divino y concreto en esta tierra.
No olvidemos las advertencias de Dios por medio de su Profeta a los que tenemos responsabilidad sobre el pueblo: “A ti, hombre, yo te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Pues bien, si tú no hablas con él para advertirle que cambie de vida, y él no lo hace, ese malvado morirá por su pecado, pero yo te pediré a ti cuentas de su muerte.  En cambio, si tú adviertes al malvado que cambie de vida, y él no lo hace, él morirá por su pecado, pero tú salvarás tu vida”, (Ez.  33: 7-9).

+ Rogelio Livieres
http://diocesiscde.info/index.php?option=com_content&view=article&id=3967:la-comunion-se-encuentra-en-la-eucaristia-y-no-en-consensos-ideologicos&catid=237:blog-del-obispo



S.E.R. Mons Rogelio Livieres Plano

Nació  el 30 de agosto de 1945,  realizó sus estudios de Bachiller en el Colegio San José de Asunción. Se recibió como Abogado, Notario y Escribano Público en la Universidad Católica “Nuestra Señora de  la Asunción”.
Es Doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Navarra (España) y  especialista en Derecho Administrativo por la Escuela Nacional de Administración Pública de Madrid (España).
Fue ordenado Sacerdote el 15 de Agosto de 1978, perteneciendo al clero de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei.
Ha desarrollado su servicio sacerdotal en la actividad pastoral directa como Vicario de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei en Buenos Aires, Capellán de la   Universidad Austral en Buenos Aires y en el Centro Universitario CUDES.  Ya en la ciudad de Asunción fue Capellán de la Escuela de Formación para la asistencia de Empresas de Servicios (EFAES) y en el Centro Universitario Ycuá.
Además ha llevado adelante una labor académica como Profesor de Filosofía del Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Este (UNE) y en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica sede en Alto Paraná. Así como Profesor  de Introducción al Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Católica de Asunción, Profesor de Derecho Administrativo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra (España), Profesor de Derecho Canónico en el Seminario Internacional de Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei en Roma  y Profesor de Teología en la Facultad de Derecho de la Universidad  Austral de Buenos Aires.
Fue nombrado como obispo de Ciudad del Este por el Papa Juan Pablo II, el 12 de julio del 2004 y tomó posesión del cargo el 3 de octubre del mismo año.