Diversity, Political, Idolatry, Tolerance, Inculturation
Por P. Andrés Esteban López Ruiz. Dominus Est. 5 de noviembre de 2019
A la luz de la Divina Revelación, contenida en la Palabra de Dios, en la Tradición de la Iglesia y en el Magisterio el hecho es muy sencillo: fabricar ídolos para darles culto es un pecado gravísimo. Postrarse delante de los ídolos es idolatría. Hacerles ofrendas, sacrificios, llevarlos en andas, entronizarlos, coronarlos, quemarles incienso, todo esto es culto idolátrico y es gravemente inmoral. Llevarlos a los altares y templos consagrados para venerarlos es profanación.
I. Teología india «unificada» que anula la «diversidad»
La Pachamama es un engaño. Se trata de una diosa que pertenece a la cultura y religión inca del Perú. En la Amazonía hay cerca de 400 pueblos indígenas distintos, la mayoría de ellos no tiene ni la misma cultura, ni la misma religión que aquellas tribus del Perú que conservasen elementos incas incluyendo la Pachamama. Presentar a la Pachamama como el icono indígena amazónico es violentar la «diversidad» de las culturas indígenas amazónicas e imponer una teología india unificada extrínsecamente con intereses políticos e ideológicos. Este intento, sin embargo, es más amplio, no se reduce a la Amazonía sino que abarca todo el continente llegando hasta México. ¿Qué tiene que ver un indígena tzotzil, maya, o purépecha, con los incas o con la Pachamama? Nada. El engaño, entonces, es tan grave que pretende imponer una teología india latinoamericana unificada que anula la riqueza de la diversidad de los pueblos indígenas originarios de toda América Latina.
II. Preside una agenda política unificada en América Latina
La Pachamama es un engaño político. Se impone a los pueblos indígenas y al imaginario colectivo de la comunidad latinoamericana como representativa de una unificación india desde el poder político. ¿Por qué el Presidente de México ha hecho un ritual a la Pachamama, divinidad peruana, para pedirle permiso de construir el tren maya en el sureste de México?
Hugo Chavez, Nicolás Maduro, Cristina Fernández de Kirchner, Andrés Manuel López Obrador, Evo Morales, Daniel Ortega, son sólo algunos jefes de estado que han participado en actos de culto a la madre tierra y que promueven esta ideología india unificada.
No se trata, entonces, sólo de un hecho religioso peruano, se trata de un hecho político y de una agenda política. Esta agenda política incluye la promoción de un pensamiento panteísta fabricado en dónde la idea de la Pachamama recapitula la cultura latinoamericana en ruptura con la herencia hispánica incluyendo la religión católica.
Curiosamente este panteísmo es ajeno a la mayor parte de las culturas indígenas y proviene de otras tradiciones filosóficas, tanto occidentales como orientales, sin descartar algunas fuentes esotéricas. Pero no se trata sólo de una cosmovisión panteísta sino de un proyecto político que excluye de hecho el concepto cristiano de un Dios trascendente a la creación y pone por encima de la dignidad de la persona una presunta dignidad de la tierra. Estamos experimentando un intento de giro cultural copernicano: superar el antropocentrismo de la modernidad, diluyendo la persona a la tierra. Por eso es que encontramos declaraciones en donde se atribuyen derechos a la tierra que limitan los derechos humanos.
III. La Pachamama es un ídolo
La Pachamama es un engaño religioso para los cristianos. La Pachamama es una diosa inca. Las imágenes que se hacen de ellas merecen una valoración moral desde la teología muy precisa: son ídolos. El hecho de que un teólogo, un pastor o un fiel, o un grupo significativo de creyentes, pastores o fieles, no puedan tener la capacidad mínima para emitir un juicio en el que reconozcan que se trata de un ídolo es todavía más preocupante que el hecho mismo.
La Pachamama es un engaño religioso para los cristianos. La Pachamama es una diosa inca. Las imágenes que se hacen de ellas merecen una valoración moral desde la teología muy precisa: son ídolos. El hecho de que un teólogo, un pastor o un fiel, o un grupo significativo de creyentes, pastores o fieles, no puedan tener la capacidad mínima para emitir un juicio en el que reconozcan que se trata de un ídolo es todavía más preocupante que el hecho mismo.
Podemos decir que se trata de un nuevo eclipse de la conciencia, ya no en el ámbito del derecho a la vida, sino en el ámbito del primero y más importante de los mandamientos, del derecho de Dios. Con el agravante de que no es la conciencia de un pueblo la que se oscurece, sino que pareciera oscurecerse la conciencia de la Iglesia.
A la luz de la Divina Revelación, contenida en la Palabra de Dios, en la Tradición de la Iglesia y en el Magisterio el hecho es muy sencillo: fabricar ídolos para darles culto es un pecado gravísimo. Postrarse delante de los ídolos es idolatría. Hacerles ofrendas, sacrificios, llevarlos en andas, entronizarlos, coronarlos, quemarles incienso, todo esto es culto idolátrico y es gravemente inmoral. Llevarlos a los altares y templos consagrados para venerarlos es profanación.
IV. El engaño de la tolerancia
Por lo tanto, la sensibilidad de los fieles justamente queda vulnerada cuando ve a los ídolos recibiendo culto en los templos católicos. Se trata de un hecho profundamente indignante que exige el más amplio rechazo. No es una falta de respeto o tolerancia a las personas que profesan religiones distintas. Se respetan las creencias de todos, sin embargo, estamos frente a la imposición de una tolerancia a un culto idolátrico en los templos y en los ambientes católicos que se profanan con los ídolos. Esto no es aceptable. Tolerarlo es ser cómplices. Por eso la idoloclasia (destrucción de los ídolos) que hemos visto es expresión del más noble sentido de la fe y lejos de merecer reprobación merece reconocimiento.
Por lo tanto, la sensibilidad de los fieles justamente queda vulnerada cuando ve a los ídolos recibiendo culto en los templos católicos. Se trata de un hecho profundamente indignante que exige el más amplio rechazo. No es una falta de respeto o tolerancia a las personas que profesan religiones distintas. Se respetan las creencias de todos, sin embargo, estamos frente a la imposición de una tolerancia a un culto idolátrico en los templos y en los ambientes católicos que se profanan con los ídolos. Esto no es aceptable. Tolerarlo es ser cómplices. Por eso la idoloclasia (destrucción de los ídolos) que hemos visto es expresión del más noble sentido de la fe y lejos de merecer reprobación merece reconocimiento.
V. El engaño de la inculturación
La Pachamama no es inculturación. El principio de la inculturación es el anuncio del Evangelio que es capaz de ser asumido por todos los pueblos y todas las culturas. La dinámica misma de la evangelización establece un proceso gradual de transformación de la cultura en la que la Palabra de Dios entra en el corazón de las culturas conservando los bienes convergentes, purificando las contraposiciones y divergencias, fomentando la progresión de las expresiones siempre nuevas de la fe y renovándolo todo.
De modo que sin tomar en cuenta el criterio de contraposición no se puede hablar de inculturación. Es claro que la evangelización implica una contraposición con los aspectos gravemente inmorales de las culturas y desde luego, en este caso exige la renuncia a la idolatría.
El modelo de inculturación que tenemos en América Latina es Santa María de Guadalupe, quien recuperó los mejores elementos de las culturas prehispánicas, los llenó de Evangelio, exigió la ruptura con las conductas inmorales y acabó con las tinieblas de la idolatría
La Pachamama no es inculturación. El principio de la inculturación es el anuncio del Evangelio que es capaz de ser asumido por todos los pueblos y todas las culturas. La dinámica misma de la evangelización establece un proceso gradual de transformación de la cultura en la que la Palabra de Dios entra en el corazón de las culturas conservando los bienes convergentes, purificando las contraposiciones y divergencias, fomentando la progresión de las expresiones siempre nuevas de la fe y renovándolo todo.
De modo que sin tomar en cuenta el criterio de contraposición no se puede hablar de inculturación. Es claro que la evangelización implica una contraposición con los aspectos gravemente inmorales de las culturas y desde luego, en este caso exige la renuncia a la idolatría.
El modelo de inculturación que tenemos en América Latina es Santa María de Guadalupe, quien recuperó los mejores elementos de las culturas prehispánicas, los llenó de Evangelio, exigió la ruptura con las conductas inmorales y acabó con las tinieblas de la idolatría
Santa María de Guadalupe, estrella de la nueva Evangelización, debe presidir la Evangelización en América y sólo en ella se puede establecer un proyecto de teología india unificada, pues ella ha sido el instrumento de Dios para alcanzar a nuestros pueblos. A ella invocamos con afecto filial y confianza para que disipe estas tinieblas y restablezca la paz y la serenidad en la Iglesia.