Antecedentes[editar]
En la época constituía para los británicos una prioridad el disponer de plazas fuertes en tierra firme en el
Golfo de México y el
Mar Caribe, que querían convertir en británico y en el que ya disponían de algunas islas, siendo
Jamaica la principal de ellas. El
poder español a escala europea llevaba 70 años en claro declive, por lo que
Inglaterra no estaba dispuesta a seguir aceptando unas condiciones enormemente desventajosas para ellos en lo que al comercio americano se refería. A pesar de aquella legalidad establecida como resultado de guerras pasadas, el contrabando por parte de mercantes ingleses era constante, y no era la primera vez que militares británicos intentaban poner pie en la costa, atacando ciudades o puertos poco protegidos, algunas veces con éxito momentáneo, pero al final los territorios siempre eran reconquistados por los españoles.
Dentro de este panorama, los problemas del contrabando y el corso en el
Mar Caribe afectaban por igual a ambas potencias, aunque con ventaja española. Los ingleses reconocen haber capturado 231 buques españoles frente a 331 británicos capturados por los españoles, hasta septiembre de 1741, mientras que los recuentos españoles hablan de 25 frente a 186, aunque a pesar de la gran discordancia de cifras, ambos recuentos reconocen ventaja para los españoles.
Y precisamente uno de los muchos problemas de contrabando, ocurrido en 1738 frente a las costas de
Florida, fue el utilizado por Gran Bretaña como pretexto para tratar una vez más de arrebatar a España sus posesiones americanas. El incidente que traería tan terribles consecuencias, se produjo cuando un guardacostas español,
La Isabela, al mando del
capitán Julio León Fandiño, apresó a un capitán contrabandista británico,
Robert Jenkins, y en castigo le cortó una oreja al tiempo que le decía: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». A pesar de que el castigo fue moderado dadas las costumbres de la época, Jenkins recogió su oreja y la metió en un frasco de alcohol, regresando a Inglaterra con ella.
En octubre de 1739, tras conocerse el incidente de la oreja, y haber mostrado Jenkins el tarro en el
Parlamento británico, se consideró la frase de Fandiño una ofensa al rey
Jorge II, merecedora de la declaración de guerra a España; es decir, una ocasión más para tratar de conseguir el ansiado predominio de los mares y la posesión de los ingentes recursos naturales del
Virreinato de Nueva Granada. Por ello, este conflicto bélico también es conocido con el nombre de «guerra de la Oreja de Jenkins».
La guerra
Sátira británica de 1740, en la que se puede leer la leyenda «Los españoles construyen castillos en el aire, los británicos le otorgan su importancia al comercio».
Iniciando las hostilidades en noviembre de 1739, el almirante sir
Edward Vernon atacó con 6 buques la plaza de
Portobelo en el
istmo de Panamá. La plaza estaba defendida por tan solo 700 hombres, por lo que el éxito de Vernon fue absoluto (este suceso da nombre a la calle Portobello Road, en
Londres). Mientras, las fuerzas del comodoro Anson, con el navío
Septentrión y dos buques menores acosaban las colonias del Pacífico Sur, como maniobra de distracción, pero sin producir daños apreciables. Como fin último, Anson tenía la misión de apoyar desde la costa del Pacífico una futura operación militar en el istmo de Panamá que tendría como objetivo cortar las comunicaciones terrestres entre el
Virreinato de Nueva Granada y el de
Nueva España, para iniciar acto seguido la conquista británica de Nueva Granada.
Tras ese triunfo inicial, Vernon, envuelto en un clima de euforia, y azuzado por la opinión pública británica y por las incendiarias proclamas del joven parlamentario
William Pitt, decidió dar un golpe decisivo, para lo que reunió una formidable flota de 186 buques, con 27 600 hombres, armada con 2000 cañones, que salió desde
Port Royal(
Jamaica) y fondeó a principios de marzo de 1741 junto a la costa de
Cartagena de Indias, la ciudad más importante del
Caribe, a la que llegaban todas las mercancías del comercio entre España y las Indias, incluyendo los tesoros extraídos de las minas de
Potosí (actual
Bolivia) y el
Perú.
La ciudad estaba gobernada por el Virrey
Sebastián de Eslava y defendida militarmente por uno de los más geniales soldados que haya dado España, el teniente general
Blas de Lezo, marino con experiencia en batallar con los británicos y los piratas africanos, que ya había demostrado sobradamente sus condiciones como estratega, pero que disponía solamente de unos 3600 hombres y de una flota de seis buques: el
Galicia, el
San Carlos, el
San Felipe, el
África, el
Dragón y el
Conquistador.
En una carta fechada en Portobelo el 27 de noviembre de 1739, Vernon comenta a Lezo que ha dado un excelente trato a los prisioneros a pesar de que no lo merecían. De Lezo le responde en carta fechada el 24 de diciembre del mismo año a bordo del Conquistador en un tono seco, arrogante y desafiante, y se despide de él no sin antes espetarle:
Puedo asegurarle a Vuestra Excelencia, que si yo me hubiera hallado en Portobelo, se lo habría impedido, y si las cosas hubieran ido a mi satisfacción, habría ido también a buscarlo a cualquier otra parte, persuadiéndome de que el ánimo que faltó a los de Portobelo, me hubiera sobrado para contener vuestra cobardía.
La batalla
Plano de Cartagena de las Indias realizado en 1735 y publicado en la Obra
Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, de
Jorge Juan y
Antonio de Ulloa.
La gran flota británica fue avistada el 13 de marzo de 1741, lo que puso en vilo a la ciudad. Antes de disponerse a desembarcar, Vernon silencia las baterías de las fortalezas de
Chamba,
San Felipe y
Santiago. Luego se dispuso a cañonear la fortaleza de
San Luis de Bocachica día y noche durante dieciséis días. Bocachica estaba defendida por
Carlos Desnaux con 500 hombres que, finalmente, tuvieron que replegarse ante la superioridad ofensiva. Tras esta fortaleza solo quedaba la
Fortaleza de Bocagrande como entrada a la bahía. En la primera se destruyeron cuatro barcos para impedir la navegación del estrecho canal y, en la segunda, dos barcos, en contra de la opinión de Blas de Lezo de que no serviría para mucho tras lo visto en Bocachica, para impedir igualmente el acceso a la bahía. El bloqueo del canal de
Bocagrande no sirvió para mucho, como había pensado el almirante De Lezo.
Tras esto, Vernon entró triunfante en la bahía y a su vez, todos los defensores españoles se atrincheraron en la fortaleza de
San Felipe de Barajas tras haber abandonado la fortaleza de Bocagrande. Vernon, creyendo que la victoria era cuestión de tiempo, despachó un correo a Inglaterra dando la noticia de la victoria.
Seguidamente, ordenó un incesante cañoneo del castillo de San Felipe por mar y tierra para ablandar a las fuerzas guarnecidas en la fortaleza. En ella solo quedaban 600 hombres bajo el mando de De Lezo y Desnaux. Vernon decide rodear la fortaleza y atacar por su retaguardia. Para ello se adentraron en la selva, lo que supuso una odisea para los británicos que contrajeron la
malaria y perdieron a cientos de sus hombres. Sin embargo, llegaron a las puertas de la fortaleza y Vernon ordenó atacar con infantería. La entrada a la fortaleza era una estrecha rampa que De Lezo rápidamente mandó taponar con trescientos hombres armados con tan solo armas blancas, y lograron contener el ataque y causar 1500 bajas a los asaltantes.
La moral de los atacantes bajó considerablemente tras esto y por las epidemias que causaban continuas bajas. Vernon se puso muy nervioso en aquel momento ya que la resistencia a ultranza de los españoles superó con creces sus expectativas y ya había enviado la noticia de la victoria a Gran Bretaña. Vernon discutió acaloradamente con sus generales el plan a seguir. Finalmente decidieron construir escalas y sorprender a los defensores en la noche del 19 de abril.
Plano de la Bahía de Cartagena de Indias realizado en 1735 y publicado en la Obra
Relación Histórica del Viaje a la América Meridional, de
Jorge Juan y
Antonio de Ulloa.
Los asaltantes, al mando del general Woork, se organizaron en tres columnas de granaderos y varias compañías de casacas rojas. En vanguardia iban los esclavos jamaicanos armados con un simple machete. El avance era lento debido al gran peso de artillería que transportaban y al continuo fuego que salía de las trincheras y desde lo alto de la fortaleza, además de que estaban expuestos en una gran explanada; no obstante, lograron alcanzar las murallas. Pero Blas de Lezo, previendo este ataque, había ordenado cavar un foso en torno a la muralla, con lo que las escalas se quedaron cortas para superar el foso y la muralla, quedando los atacantes desprotegidos y sin saber qué hacer. Los españoles continuaron con su nutrido fuego, lo que provocó una gran masacre en las filas invasoras.
A la mañana siguiente, el 20 de abril, pudieron verse innumerables cadáveres, heridos y mutilados en los alrededores de la fortaleza, poniéndose de manifiesto la gravísima derrota británica. Los españoles aprovecharon para cargar a bayoneta provocando la huida de los británicos. Los españoles lograrían matar a cientos de ellos y hacerse con los pertrechos que abandonaron los sitiadores tras la huida.
Vernon no tuvo más remedio que retirarse a los barcos. Ordenó durante treinta días más un continuo cañoneo, ya que todavía no aceptaban la derrota. Sin embargo, las enfermedades y la escasez de provisiones empezaban a hacer mella en lo que quedaba de tropa. Finalmente, el Alto Mando británico ordena la retirada, de forma lenta y sin cesar de cañonear. Las últimas naves partieron el 20 de mayo. Tuvieron que incendiar cinco de ellas por falta de tripulación.
Consecuencias]
Consecuencias inmediatas
Medalla conmemorativa inglesa, que representa a Blas de Lezo con ambas piernas, arrodillado ante Vernon y entregándole su espada. La leyenda dice: "The pride of Spain humbled by Ad. Vernon", es decir, "El orgullo de España humillado por el almirante Vernon".
Medalla conmemorativa inglesa de la "toma" de Cartagena por Vernon. En ella aparece el almirante británico sosteniendo un bastón de mando mientras señala a la ciudad. La leyenda dice «
Admiral Vernon vhiwing the town of Carthagana», es decir «El almirante Vernon tomando la villa de Cartagena».
Los británicos tuvieron entre 8000 y 10 000 muertos y unos 7500 heridos, muchos de los cuales murieron en el trayecto a Jamaica. En Cartagena había sucumbido la flor y nata de la oficialidad imperial británica. Además perdieron 1500 cañones e innumerables morteros, tiendas y todo tipo de pertrechos. Diecisiete buques de guerra resultaron seriamente dañados,
12 aunque no se perdió ninguno.
13 Esto suponía un serio revés para la flota de guerra británica, que quedó prácticamente desmantelada y tardó mucho en reponerse.
Mientras tanto, en Gran Bretaña se estuvo celebrando la «victoria» sin conocerse aún el desastroso final. Se acuñaron hasta once tipos diferentes
14 de medallas y monedas conmemorativas ensalzando la toma de Cartagena por parte de las fuerzas angloamericanas. Una de ellas mostraba a Lezo arrodillado ante Vernon, entregándole su espada y con la inscripción «El orgullo de España humillado por Vernon».
15 Estas llegaron a circular por España para la burla de los españoles. En 1742, Vernon, enterado de la muerte de Lezo, rondó de nuevo Cartagena, pero no se atrevió a atacar.
Los británicos empezaron a preguntarse cuándo volverían los navíos y hombres que faltaban, y se descubrió la verdad, por lo que el rey
Jorge II, avergonzado, prohibió a sus cronistas que hicieran mención alguna de tal suceso. Vernon murió en 1757.
En conjunto, la guerra reportó escasos éxitos y muchos problemas a Gran Bretaña, ya que al fracaso de Cartagena de Indias se sumaron varias derrotas cuando los británicos trataron de tomar
San Agustín (Florida),
La Guaira y
Puerto Cabello (Venezuela) y
Guantánamo y
La Habana (Cuba). No obstante, el contraataque español en la
batalla de Bloody Marsh, en
Georgia, pudo ser repelido y por ello los combates finalizaron sin cambios fronterizos en
América. Por su parte España consiguió mantener sus territorios, y prolongar su supremacía militar en América durante algunas décadas más.
Consecuencias a largo plazo
Como resultado de esta batalla España fortaleció el control de su
Imperio en América durante 70 años más aproximadamente y con él la prolongación de la rivalidad marítima entre españoles,
franceses y británicos hasta comienzos del
siglo XIX. Para el Reino Unido, las consecuencias a medio plazo fueron mucho más graves. Gracias a esta victoria sobre los británicos, España pudo mantener unos territorios y una red de instalaciones militares en el Caribe y el Golfo de México que serían magistralmente utilizados por el teniente coronel
Bernardo de Gálvez para jugar un papel determinante en la independencia de las colonias británicas de Norteamérica, durante la llamada
guerra de independencia estadounidense, en 1776. La Guerra del Asiento se fundiría más tarde en la
Guerra de Sucesión Austríaca, por lo que Gran Bretaña y España no firmaron la paz hasta el
Tratado de Aquisgrán, en 1748.
España renovó tanto el
derecho de asiento como el
navío de permiso con los británicos, cuyo servicio se había interrumpido durante la guerra. Sin embargo, esta restitución duraría apenas dos años, ya que por el
Tratado de Madrid (1750), Gran Bretaña renunció a ambos a cambio de una indemnización de 100.000
libras. Estas concesiones, que en
1713 parecían tan ventajosas (y constituyeron unas de las cláusulas del
Tratado de Utrecht), se habían tornado prescindibles en 1748. Además, entonces ya parecía claro que la paz con España no duraría demasiado (se rompió de nuevo en
1761, al sumarse los españoles a la
Guerra de los Siete Años en apoyo de los franceses), así que su pérdida no resultaba para nada catastrófica.
Una curiosa consecuencia de esta campaña fue la que se derivó del oficial británico,
Lawrence Washington, quien había participado en el sitio. Dio a su hacienda en
Virginia (hoy
Estados Unidos), el nombre de
Mount Vernon, en honor a su almirante. Esa hacienda quedó posteriormente en manos del medio hermano de Lawrence,
George Washington, líder revolucionario norteamericano y primer presidente de los
Estados Unidos de América, por lo que Mount Vernon es hoy un emplazamiento histórico.
Referencias
Notas
- ↑ Saltar a:a b Browning, 1993: 60
- ↑ Saltar a:a b c Hart, 1922: 146
- ↑ Saltar a:a b Fernández Duro, 1902: 247
- ↑ Saltar a:a b Lemaitre, Eduardo (1998). Breve Historia de Cartagena. Medellín: Editorial Colina.
- Volver arriba↑ Beatson, 1804: 25-27
- Volver arriba↑ Historiadores como Beatson, Hart, Duncan, Lord Mahon, Hume y otros dan 12 000 tropas británicas en tierra, principalmente ingleses y jamaicanos pero también 3600 milicianos de Virginia.
- ↑ Saltar a:a b Beatson, 1804: 25-26
- Volver arriba↑ Smollett & Hume, 1848: 391
- Volver arriba↑ Marley, 1998: 259
- Volver arriba↑ "El desastre del ataque británico a Cartagena de Indias (Colombia), en 1741".
- Volver arriba↑ http://www.soldadosdigital.com/2008/pdf/protagonistas_donblas.pdf
- Volver arriba↑ Cesáreo Fernández Duro: Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de León, Vol. VI. Est. tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1902, p. 250
- Volver arriba↑ Beatson, pag. 83.
- Volver arriba↑ Fernández Duro pp. 251
- Volver arriba↑ Hernández Sánchez-Barba, Mario (1992). El mar en la historia de América. Ed. MAPFRE
Bibliografía
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- Victoria, Pablo Eduardo (2005). «El día que España derrotó a Inglaterra». Ed. Áltera. ISBN 978-84-897-7968-6.
- Una vívida descripción literaria de la batalla de Cartagena puede encontrarse en la obra del autor inglés Tobias Smollett, quien participó en la misma: Smollett, Tobias George (2007). «Las aventuras de Roderick Random». Ed. Montesinos.
- Membrillo Becerra, Francisco Javier (2011). La Batalla de Cartagena de Indias. ISBN 978-84-615-3894-2.
- Beatson, Robert (1804). Naval and Military Memoirs of Great Britain, from 1727 to 1783. Vol. I; Vol. III. Apéndice. Londres: Imprenta de Longman, Hurst, Rees & Orme.
- Ibañez, Ignacio Rivas (2008). Mobilizing Resources for war: the intelligence systems during the War of Jenkin's Ear. Londres: VDM Verlag Dr. Müller.
- Hume, David (1825). The History of England. Londres: T. Smollett Editorial.
- Hart, Francis Russel (1922). Admirals of the Caribbean. Boston: Riverside Press.
- Fernández Duro, Cesáreo (1902). Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de León. Tomo VI. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra.
- Smollett, Tobias George & Hume, David (1848). History of England. Tomo II, Londres: Longman, Brown, Green & Longmans.